Parroquia El Buen Pastor – República Dominicana
(En República Dominicana se celebra el día 4 por disposición de la Conferencia del Episcopado Dominicano, en conmemoración del aniversario de la fundación de la ciudad de Santo Domingo, primada de América).
Domingo nació en el año 1170 en Caleruega (Burgos), en el seno de una familia acomodada, de la que recibió una formación religiosa. Destaca por ser uno de los religiosos más conocidos e importantes de la Iglesia. Fundador de la Orden de Predicadores , dedicó su vida a la religión, y hoy en día su obra se extiende por los cinco continentes.
Su historia, ya desde antes de su nacimiento, se encuentra envuelta en leyenda, puesto que se cuenta que su madre, Juana de Aza, antes de que Domingo naciera, soñó que llevaba en su vientre un cachorro con una antorcha encendida en la boca. Incapaz de comprender el significado de este sueño, decidió buscar la intersección de Santo Domingo de Silos, y postrada ante su tumba comprendió que el hijo que esperaba iba a encender el fuego de Cristo en el mundo por medio de la predicación.
Domingo se formó en Gumiel de Izán junto a su tío que era arcipreste en esta localidad, y posteriormente viajó a Palencia, donde estudió humanidades, filosofía y teología en las escuelas catedralicias. Fue precisamente conocer en profundidad la Palabra de Dios lo que más atrajo su atención, y cuenta la historia que todavía estando en Palencia, en torno al año 1191, “en un rasgo de caridad heroica”, decidió vender sus libros, para aliviar a los pobres del hambre que asolaba el país.
Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión.
En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.
Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: «De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación». Pasaba noches enteras en oración. Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo. Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria.
Fuente: Cope | Aleteia