Parroquia El Buen Pastor – República Dominicana

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Honestidad
Lema del Mes:
"Hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1, 38)

Jacqueline Cruz dispuso sus últimas horas de vida al Señor y Él le dio más

Me hinco, veo un Cristo y le digo: ¿qué es eso de que tengo 72 horas de vida?, explícame.

Jacqueline Cruz Henríquez, hermana de nuestra parroquia El Buen Pastor, de la comunidad Decisión Divina, nos compartió su testimonio de sanación de un cáncer en la lengua que, junto a su comunidad y la entrega de su vida al Señor, pudo superar.

En el mes de febrero, el día en el que celebraba su séptimo aniversario de bodas con unas vacaciones fuera del país, ella notó que tenía una espinilla en la lengua y le comentó a su esposo Fausto Jon.

Al regresar de su celebración, días después, visitó a un otorrinolaringólogo por procesos médicos de su esposo. Ella le consultó al doctor sobre la espinilla y luego de revisarla, le aplicó un medicamento. En menos de una semana, la pelotita creció más del doble de su tamaño inicial, por lo que acudieron a realizarle una biopsia.

«Me sometieron, el 15 de marzo, a cirugía y me quitaron una gran parte del tumor. Mi comunidad me acompañó».

Tres semanas después llegaron los resultados que indicaron la presencia de un cáncer en la lengua llamado Leiomiosarcoma, un sarcoma agresivo y de los menos frecuentes. «Yo era el caso número nueve, documentado, en el mundo y el primero aquí en el país», explicó Jacqueline.

Enfrentar la situación

«El Viernes de Dolores (8 de abril) estaba muy feliz, porque no sentía nada. Cuando el doctor vio el resultado, se puso de color blanco. Y dijo que, si no me operaba dentro de las próximas 72 horas, no me aseguraba la vida. 

Inmediatamente le dije vamos a operarme porque tengo dos niños y ellos me necesitan con vida. Era viernes antes de Semana Santa (que los negocios cierran) y había que hacerme todo para ver qué había afectado el tumor».

Jacqueline y su esposo acordaron que ella iría al Santísimo mientras él realizaba las diligencias en los laboratorios. Al llegar a la capilla, ve a Jesús en la cruz y le habla.

«Me hinco, veo un Cristo y le digo: ¿qué es eso de que tengo 72 horas de vida?, explícame que no entiendo. Yo sé que no soy nadie. Tú sabes la hora que me toca, pero yo tengo dos muchachos chiquitos que necesito criar. Si entiendes que este es mi momento, estoy aquí, dispuesta a irme sabiendo que tienes que poner a alguien que ayude a mi esposo a criar a mis hijos. Si no, yo estoy aquí para echar la pelea contigo, porque sola no puedo».

Mientras oraba, le llama una hermana de la Pastoral Social de la parroquia, a quien le explica la situación y le pide que solicite al padre Catalino para confesarse y prepararse.
Salido de allí, asiste a una misa de sanación en la Casa de la Anunciación, junto a su prima. Al llegar, ya habían culminado la lectura y de frente tenía a Jesús Sacramentado. «Me estaba esperando a mí, el sacerdote estaba de frente a mí para ponérmelo», dijo sorprendida Jacqueline.

Al otro día, sábado, le esperaban en la clínica una junta médica para explicarle el procedimiento quirúrgico y por ser uno de esos tumores raros en el mundo. «Allá me hacen otros análisis. Me dicen que ellos nunca han hecho esto en República Dominicana, que iban a hacer todo como dice la literatura. Los veo con un semblante de tristeza y para romper el hielo hago un chiste. Uno le pide al Señor, pero sus planes una no los conoce. Tengo que confiar en el Señor».

Al salir, se dirigió junto a su esposo a la oficina para concluir todos los trabajos pendientes con sus clientes, ya que ella es contadora, y como Jacqueline afirma «uno de los planes de Dios es irnos».
El domingo, seguiría trabajando, pero sus hermanos de comunidad le llevaron al padre Catalino para confesarse y recibir la unción de los enfermos en su casa.

La operación

Parte de la característica de nuestra hermana es ser parlanchina, así comentan quienes la conocen. Los médicos indicaron que ella necesitaría ayuda psicológica y terapias para volver hablar.

El Martes Santo fue el día de su operación. Mientras median su lengua y el tamaño del corte, se dieron cuenta que su lengua era más larga de lo común. «Me salvé que, por tener la lengua larga, puedo hablar», hace un chiste al público que la escucha al contar su historia en la Asamblea de Comunidades de julio 2022.

Pequeños milagros

Jacqueline expresó que pasó los días en intensivo y vivió muchas cosas, no se daba cuenta de las horas, solo por el cambio de las enfermeras, y se la pasaba haciendo el Rosario. Sus hermanos de comunidad iban a visitarla cuando se podía; a ellos le solicitó la visita de nuestro párroco Catalino, pero nunca pensó que lo recibiría en Semana Santa. Cuando lo vio, ella pensaba que estaba soñando, pues estaba bajo efectos de los medicamentos, fue para ella un gran regalo. Otro suceso fue la visita de una señora que ella no conocía:

«Olga (hermana de comunidad) pertenece a la Casas San Pablo y una señora insistía en que debía darme un mensaje. La señora pudo ir al área de recuperación donde yo estaba y me dijo: “El Señor me mandó a decir que por no haberle negado mi vida y haber vivido su muerte y su pasión junto con Él, me daría la gracia de ver a mis hijos crecer”.

Catalino tiene razón cuando dijo “la comunidad es fundamental”, ¡no sé qué había pasado sin ellos!, porque cada minuto han estado y hemos tenido muchas situaciones que hemos afrontado juntos. Es muy importante descargar todos los miedos en Cristo Jesús. La gente me decía tú no tienes miedo, pero es que yo no puedo hacer nada, yo dejé las cosas en Sus Manos, yo tenía que esperar en Él.

Para finalizar, el lunes me entregaron los resultados de la tomografía para saber si tengo metástasis y resultó que no tengo».

Que el Señor bendiga la fe de Jacqueline Cruz, a su familia y a su comunidad para que todos como hermanos sigamos siendo Uno en el Amor y sea Él glorificado. Amén.