Parroquia El Buen Pastor – República Dominicana

Valor del Mes:
Honestidad
Lema del Mes:
"Hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1, 38)

El Motivo de Leandro

Cuando al teléfono móvil de Leandro Acosta entra una llamada, en el salvapantalla aparece la imagen de Delsy Yapor. Si no lo conoce, pensará que esa mujer, sonriente y bella, espera en su casa a este hombre callado, formal, entregado a su familia y a su servicio como diácono en la Parroquia El Buen Pastor. Pero, desde el 20 de marzo del 2017, Delsy ya no espera a Leandro. Ese día en su camino se cruzó una bala destinada a un atracador.
 
La relación entre Leandro y Delsy empezó cuando ella acababa de cumplir 15 años y él tenía 19. Tras varios no, él le dijo que ella no tenía madurez para ser su novia. Ingenua, respondió: “yo, sí”. “Pues metámonos en amores”, la retó. Aceptó. El noviazgo duró más de cinco años y el matrimonio más de 35, hasta aquella mañana en que Leandro le llevó el café a la cama a Delsy por última vez y ella salió a recoger niños a quienes brindaba transporte escolar, en el camino, un disparo impidió que llegara a cumplir los 56 años. 
Le pregunto a Leandro qué es lo más doloroso de estos últimos dos años. “El dolor está en la ausencia del otro, en no tenerle”, responde.
 
A lo largo de nuestra conversación, no pronuncia un solo reproche pese a que señala que en una sociedad mejor atendida esa tragedia no habría ocurrido. Su actitud es coherente. Apenas pasó el sepelio, anunció, a nombre de la familia, que perdonaba al autor del desafortunado disparo, 
el testigo de un asalto que intentó tomar justicia por su propia mano. La razón, me dijo ahora, fueron los hijos de ese hombre. No quiso que cargaran con semejante fardo. También pesaron en su decisión su fe cristiana y la inmensidad de su dolor. “No podía llevar todo mi dolor y, además, rencor, me habría ahogado”.
El dolor de Leandro resulta aún tan palpable que le hablas con sumo cuidado, temerosa de lastimarlo, de ir demasiado lejos. Todavía le mortifica que, el día de su partida, Delsy se devolvió a ponerse zapatos porque estaba en calipso. “Esos minutos decidieron su destino”, piensa. Le digo que si alguna vez le ha preguntado a Dios el porqué de lo ocurrido. “Se lo pregunté muchas veces”, responde. Y qué le dijo, quise saber. “Él solo me pasaba la mano”, contesta Leandro con los ojos húmedos.
Dice que una prueba como la que ha atravesado solo puede vivirse desde la fe porque, si la enfrentas por ti mismo, llega un momento en que la realidad te vence. “Dios da a sus hijos lo que necesitan para superar las pruebas. Y Él no es causante del mal, solo del bien”.
 
Le pregunto qué lo sostiene, cuál es su esperanza. Cita la Biblia, la lectura de la Carta de San Pablo a Los Corintios que dice: Si Jesús no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe. Ahí radica su razón para no desmayar. “El motivo para seguir viviendo es saber que un día me reencontraré con ella, con Delsy”.