Uno de los Pasajes del Apocalipsis destaca que Dios todo lo hace nuevo. En este 1º de mayo, celebramos a San José Obrero. Fue Pío XII quien instituyó esta celebración este mismo día, en el año 1955. José, Esposo de María y padre adoptivo de Jesús, es el prototipo del trabajador que con su faena, coopera a la Creación de Dios y la Renovación de todas las cosas en Cristo, algo que se consuma en su Misterio Pascual que en este Tiempo Litúrgico vivimos más especialmente.

Así promovió el Pontífice esta celebración desde la fraterna relación entre el patrón y el trabajador, con el derecho a una tarea desde unas condiciones justas y dignas, con un trato netamente humano y un salario digno. Además se pretendía evocar a aquellas personas que murieron a causa de un trabajo indigno o de realizarle en condiciones infrahumanas.

Todo esto queda de relieve en la Doctrina Social de la Iglesia, que cobra especial relevancia con la Encíclica Rerum Novarum de León XIII, y las siguientes cartas de los Papas del siglo XX como es el caso de la Laborem Exercens, Populorum Progressio, y Mater et Magistra, hasta llegar a la Sollicitudo Rei Socialis de Juan Pablo II, por citar algunos ejemplos. Sólo desde Cristo es posible el Cielo nuevo y la tierra nueva que nos invitan a ganar la Vida Eterna, desde la santificación en el trabajo que la Providencia nos ha asignado.

Y en este mes de mayo también tiene especial importancia el fervor del Pueblo de Dios a la Virgen. A lo largo de estos 31 días, El Ejercicio de las flores a María, supone el amor que los creyentes profesan a la Reina de Cielo y tierra poniéndola como el segundo Modelo después de Cristo. Además se termina el mes con la Fiesta Mariana de la Visitación de la Virgen.

Fuente: Cope